El cambio climático ha llevado al mundo agrícola a una modernización obligada. Los fenómenos extremos y la impredecibilidad de los patrones meteorológicos que lleva consigo el calentamiento global prefiguran un escenario preocupante para las explotaciones agrarias: sequías, grandes aguaceros, tempestades, desestacionalización de las cosechas, nuevas plagas… Se impone una transición hacia sistemas de producción agrícola más productivos y eficientes, que nos permitan obtener más alimentos consumiendo menos recursos naturales.
La tecnología es una de las claves de supervivencia de la agricultura en el futuro. Drones, sensores aéreos y terrestres, maquinaria guiada por GPS y cámaras de suelo son los nuevos habitantes de un sector que se enfrenta a grandes desafíos. Entre ellos, alimentar a una población mundial en permanente crecimiento, y combatir al mismo tiempo la progresiva pero veloz pérdida de superficie cultivable.
Actualmente, y gracias a las nuevas tecnologías, el sector agrícola atraviesa una frontera regida por las tecnologías de la información. El uso combinado de robótica, geoposicionamiento y análisis Big Data ha demostrado una enorme utilidad para combatir el despilfarro de agua y el exceso de productos químicos.
Los drones son un buen ejemplo de Agricultura 4.0. Son capaces de recorrer amplias superficies de terreno en poco tiempo (hasta 400 hectáreas al día), recogiendo imágenes de gran nitidez y todo tipo de datos. Miden el estrés hídrico y el vigor de las plantas; contabilizan el número y el tamaño de cepas o ejemplares, y también pueden hacer seguimiento de los cambios de color o forma de las plantas, ayudando así a identificar con premura posibles enfermedades o riesgo de heladas.
Todos estos avances mejoran notablemente el sector, permitiendo al propietario de la explotación supervisar el estado de su cosecha en tiempo real y tomar decisiones informadas y eficientes.
Agricultura de precisión
Utilizar la tecnología para la toma de decisiones en producción agrícola y ganadera nos permite ajustar las dosis de riego y fertilizantes a las necesidades exactas de cada plantación, lo que redunda en la sostenibilidad del sistema agroalimentario a largo plazo. Aunque actualmente en España estamos dando los primeros pasos en este ámbito, los sistemas de guiado de maquinaria agrícola si están muy implantados, lo que permite mejorar las labores de abonado y aplicación de herbicidas sin solapar pasadas ni dejar huecos al descubierto.
Todo eso explica por qué se están popularizando sistemas de riego en zonas tradicionalmente húmedas. Además, la aplicación de herramientas tecnológicas no solo permiten optimizar el coste y el uso de los recursos hídricos, sino también ayudar a posicionar mejor los productos en el mercado. Por ejemplo, al monitorizar la cantidad de azúcar que tiene cada cultivo, el productor puede diferenciar su producto en distintas calidades y derivarlas a los mercados extranjeros donde se valoran más a nivel comercial.
Soluciones por la vía genética
Además de las nuevas tecnologías informáticas, la agricultura inteligente cuenta también con otra baza: la fitogenética. Desde los inicios de la agricultura los cultivos han sido mejorados mediante la selección de aquellas plantas con mejores propiedades agronómicas, mayor resistencia a las variaciones del clima, plagas y enfermedades. Esta mejora se ha realizado independientemente en diferentes zonas geográficas propiciando la diversificación de variedades con aptitudes y requerimientos adaptados a distintos ambientes.
Con una amplia despensa de recursos genéticos, es posible escoger para cada caso aquellas variedades que mejor se ajusten a las condiciones de la temporada. Por ejemplo, en épocas de sequía, se cultivarían las variedades que toleren mejor el estrés hídricos y de esta forma reducir los
aportes de agua. Si los recursos genéticos disponibles no son suficientes es necesario recurrir a la mejora para obtenerlas nuevas variedades capaces de hacer frente a estos estreses abióticos y bióticos.
La tecnología es una de las claves de supervivencia de la agricultura en el futuro. Drones, sensores aéreos y terrestres, maquinaria guiada por GPS y cámaras de suelo son los nuevos habitantes de un sector que se enfrenta a grandes desafíos. Entre ellos, alimentar a una población mundial en permanente crecimiento, y combatir al mismo tiempo la progresiva pero veloz pérdida de superficie cultivable.
Actualmente, y gracias a las nuevas tecnologías, el sector agrícola atraviesa una frontera regida por las tecnologías de la información. El uso combinado de robótica, geoposicionamiento y análisis Big Data ha demostrado una enorme utilidad para combatir el despilfarro de agua y el exceso de productos químicos.
Los drones son un buen ejemplo de Agricultura 4.0. Son capaces de recorrer amplias superficies de terreno en poco tiempo (hasta 400 hectáreas al día), recogiendo imágenes de gran nitidez y todo tipo de datos. Miden el estrés hídrico y el vigor de las plantas; contabilizan el número y el tamaño de cepas o ejemplares, y también pueden hacer seguimiento de los cambios de color o forma de las plantas, ayudando así a identificar con premura posibles enfermedades o riesgo de heladas.
Todos estos avances mejoran notablemente el sector, permitiendo al propietario de la explotación supervisar el estado de su cosecha en tiempo real y tomar decisiones informadas y eficientes.
Agricultura de precisión
Utilizar la tecnología para la toma de decisiones en producción agrícola y ganadera nos permite ajustar las dosis de riego y fertilizantes a las necesidades exactas de cada plantación, lo que redunda en la sostenibilidad del sistema agroalimentario a largo plazo. Aunque actualmente en España estamos dando los primeros pasos en este ámbito, los sistemas de guiado de maquinaria agrícola si están muy implantados, lo que permite mejorar las labores de abonado y aplicación de herbicidas sin solapar pasadas ni dejar huecos al descubierto.
Todo eso explica por qué se están popularizando sistemas de riego en zonas tradicionalmente húmedas. Además, la aplicación de herramientas tecnológicas no solo permiten optimizar el coste y el uso de los recursos hídricos, sino también ayudar a posicionar mejor los productos en el mercado. Por ejemplo, al monitorizar la cantidad de azúcar que tiene cada cultivo, el productor puede diferenciar su producto en distintas calidades y derivarlas a los mercados extranjeros donde se valoran más a nivel comercial.
Soluciones por la vía genética
Además de las nuevas tecnologías informáticas, la agricultura inteligente cuenta también con otra baza: la fitogenética. Desde los inicios de la agricultura los cultivos han sido mejorados mediante la selección de aquellas plantas con mejores propiedades agronómicas, mayor resistencia a las variaciones del clima, plagas y enfermedades. Esta mejora se ha realizado independientemente en diferentes zonas geográficas propiciando la diversificación de variedades con aptitudes y requerimientos adaptados a distintos ambientes.
Con una amplia despensa de recursos genéticos, es posible escoger para cada caso aquellas variedades que mejor se ajusten a las condiciones de la temporada. Por ejemplo, en épocas de sequía, se cultivarían las variedades que toleren mejor el estrés hídricos y de esta forma reducir los
aportes de agua. Si los recursos genéticos disponibles no son suficientes es necesario recurrir a la mejora para obtenerlas nuevas variedades capaces de hacer frente a estos estreses abióticos y bióticos.